viernes, mayo 04, 2007

Iglesias y más iglesias...

02 de Mayo


Hoy amaneció nublado. Dicen que el mal tiempo va a durar hasta la domenica. Estaba un poco indecisa, no quería que me agarre tormenta en pleno paseo. Pero al final, agarré mi mochila y salí. Mientras no lloviera...

Agarré el autobús 881 y me fui hasta el final del recorrido, jeje. Ahí comienza el Corso Vittorio Emanuelle, que atraviesa la parte sur de la ciudad hasta la Piazza Venezia. Como estaba nublado, la idea era meterme en cuanta iglesia encontrara, ya que abundan por estos lares.

Pero primero pasé por Campo dei Fiori, en el cual se decía que había un pintoresco mercado que recordaba a los tiempos de antes. Bueno, cuando llegué no encontré nada del tipo, jejeje. Obviamente (pensé después) el mal tiempo inhibía a los típicos puestitos de flores que a menudo se encuentran ahí. Había solo dos, y parecían estar levantando campamento. Aparte había dos camiones de limpieza. Aparentemente antes había habido más puestitos. Me quedé un rato mirando el mapa y me acerqué al monumento a Giordano Bruno. Este filósofo “hereje” fue condenado a muerte en tres países de los que consiguió escapar, y al final fue quemado en esta misma plaza, jojojo!! Que bárbaros!! Jaja!

Le di la vuelta a la plaza, persiguiendo una cúpula que veía a lo alto. Volví a salir a Corso Vittorio Emanuelle y me encontré con la Iglesia San Andrés del valle, cuya cúpula es la más alta de Roma, después de la de San Pedro. La puerta estaba cerrada. Y un cartel me informó que abría recién a las 16.30. Así que seguí dando vueltas. Casi de casualidad, llegué hasta Piazza Navona una vez más. Lamentablemente, la Fuente de los Ríos de Bernini seguía con andamios... La plaza, como siempre, estaba llena de gente y de espectáculos varios. Estaba el hombre de los títeres en los dedos, el loco de los globos, los pintores con sus obras, y había también un cuarteto de bandoneón, contrabajo, violín y no sé que otra cosa más, que musicalizaban la escena. Cuando me estaba alejando de ellos, rumbo al centro de la plaza, empezaron a tocar “Garota de Ipanema”. Pois é!! Que saudade!! Ya me entraron ganas de lloriquear otra vez, pero me hice la macha y me la banqué!!

Sabía que ahí estaba Sant`Agnese in Agone. No me costó identificarla, obviamente, por la cúpula. Por suerte estaba abierta. Entre, y, una vez más, me quedé anonadada por su belleza y suntuosidad. Si es que no hay capillitas de madera acá, jeje...



Lo primero que me llamó la atención es que era una iglesia cuadrada... (en cruz griega se dice?? No sé, soy neófita en terminos de arquitectura de iglesias, jeje, estoy aprendiendo!) Era más bien pequeñita, pero eso no le quitaba esplendor. En cada hornacina había un magnífico bajorrelieve en mármol, todos bastante descriptivos! Como “La lapidación de Santa Emerenziana” :S o “El Martirio de San Eustaquio”.

Lo segundo que me llamó la atención, es que nunca había visto tantas palomas en una iglesia!! Es decir, figuras, no había palomas de verdad, aunque se escuchaba el canto de un pajarito allá arriba, y de fondo habían puesto música clásica. Pero quiero decir, palomas de mármol, de granito, de travertino, de madera, estaban por todos lados!!!

Y lo tercero que me llamó la atención, más bien me puso la piel de gallina. En una capillita en un rincón, donde había varias viejitas rezando, había un pequeño altar con una virgen, al parecer Santa Inés. Cuando me acerqué a chusmear descubrí que debajo de la virgen había una urna blanca con piedras de colores, que tenía una ventanita de vidrio redonda en el medio. Y que se veía por la ventanita??? Pues... una calavera. Si, si, así como lo leen. Los muy pícaros pusieron una calavera que casi me mata del susto. Estaba partida a la altura de la frente por lo que la parte del ceño caía sobre las cavidades de los ojos y le daba aspecto de estar muuuuuy enojada. My God...

Salí de Santa Inés y me puse a buscar una heladería. Hoy era el día de helado en mi dieta (yupi!!!) y ya tenía hambre, jejeje. Pucha que es sacrificado esto de la dieta!! Jaja!! Me compré el helado más grande que encontré y me senté en la fuente del extremo izquierdo de la plaza, a devorarlo.

Finalizada la tarea, volví al Corso. A ver si ya había abierto San Andrés del Valle...
Pues si, estaba abierta, y me metí. Dentro, todo era dorado. Era bellísimo!! Todas las ventanas tenían vidrios amarillos por lo que la iglesia entera refulgía en dorado.
A la izquierda, apenas entrar, hay una copia de la Piedad de Miguel Angel, pero en bronce. Como respondiendo a la dualidad que existe en todas las cosas, el bronce era del negro más negro, al contrario del blanco níveo del original. Era igual de hermosa que la de San Pedro! Como escoltas a cada lado, tenía otras dos copias de originales de Miguel Angel, Lía y Raquel.

Cuando estaba doblando una esquina para meterme en la nave de la derecha, casi muero de un infarto otra vez. Por toda la iglesia (y en todas las iglesias que he visto hasta ahora) hay desparramados un montón de confesionarios de madera oscura que forman parte del paisaje. Nunca me llamaron la atención. Cuando doble la esquina y pasé por el frente de uno de estos confesionarios, tropecé hacia atrás del susto cuando descubrí una cara que me miraba fijamente, sutilmente iluminada. Disculpen mi francés pero... qué cagazo!!!! Era un cura, un padre, que esperaba pacientemente que algún pecador se acerque a confesarse. Se debe haber reído él también al ver mi cara de susto, jajaja.

La iglesia estaba demasiado silenciosa, y los pasos de los poquísimos otros visitantes que había retumbaban en todos los recovecos, lo que no ayudaba a mi número de pulsaciones por minuto. Ciertamente no me gusta la idea de estar sola en una iglesia, jajaja. Y encima, al meterme en una capillita, me encuentro con una caja de vidrio con el cuerpo embalsamado de un cardenal o cura o vaya uno a saber qué. Qué tiene esta gente que le gusta guardar esas cosas?? Teniendo en cuenta lo que predican, no entiendo por qué insisten en guardar cuerpos, siendo que supuestamente son el envase material (y por lo tanto descartable) del alma. Pero ahí van y embalsaman a todo cuanto encuentran y lo tienen ahí para asustar a agnósticos impresionables como yo, jajajaja.

Por último, entré en una iglesia menor que encontré en el camino de vuelta, que no aparecía ni en el mapa ni en mi guía y que tenía el insulso nombre de Iglesia Nueva. No había mucho para destacar, comparada con las otras iglesias que vengo viendo, salvo el órgano, que era una impresionante maravilla dorada llena de ángeles.

Luego, emprendí el camino de regreso, puesto que tenía que hacer una llamada urgente a Suiza y no quería que se haga muy tarde.

Sigo a la espera del sol... para visitar los impresionantes Foros Imperiales y otras tantas maravillas al aire libre...




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