Si, ya sé que han pasado casi tres largos meses desde esta aventura, pero no por eso es merecedora de omisión, jeje. Fue un viaje largo, agotador, pero increíble! Más de 1500 kilómetros recorridos, 6 ciudades y cuatro personas. No haré una de mis crónicas habituales porque teniendo en cuenta éstos parámetros, leerla les tomaría otros tres meses. Así que sólo haré un breve resumen como acompañamiento a las fotos, las cuales podrán encontrar al completo (bueno, casi!) en
http://www.nicesloog.myphotoalbum.com/Dia 1 - Carcassone
Largamos con la maratón bien tempranito en la mañana y para la hora del almuerzo ya estábamos en esta preciosa ciudad. Preciosa y antigua, bien de mi estilo. Almorzamos a orillas del río y enfilamos rumbo a la mole de piedra que domina este pueblo. La ciudadela medieval es preciosa, el sueño de cualquier friky!!
Luego paseamos un poco por el centro de la ciudad, y nos sentamos en una terracita a degustar unos crêpes (obvio! estábamos en Francia!!)
A media tarde volvimos a la ruta, cuál peregrino en su camino, y pernoctamos en una tierna cabañita que estaba literalmente en medio de la nada!! (y que por ende, encontramos de casualidad)
Lo mejor: Ciertamente el castillo y toda su ciudadela. Además, fue uno de los únicos días con sol.
Lo peor: Habernos levantado tan temprano :P
Lo surrealista: El sitio donde dormimos (había un poco de viento)
Dia 2 - Toulouse
Desayuno en familia, y vuelta al camino, que aún nos quedaban algunos kilómetros para alcanzar Toulouse.
La Ville Rose es mas bien rojiza, pero el nombre le pega igual. Es tal cual uno se la imagina, bien francesa, bien rosada, bien clásica y bastante acogedora. El tiempo nublado que nos acompañaria el resto del viaje se hizo notar aquí, aunque por suerte no llovió. Nuestra vueltita turística incluyó por supuesto el Ayuntamiento (la Mairie!) y la plaza principal, las postales a orillas del río Garonne, la catedral de Saint-Sernin y el arquito de triunfito. Cuenta la leyenda, que Toulouse podría ser posiblemente, tal vez, se sospecha, el lugar donde nació Carlos Gardel. Claro que de esto me enteré después, si no, mi sorpresa al ver un mural de su cara no habría sido tan grande.
Otra vez en el camino, un pueblito en particular nos llamó la atención así que paramos a por un café/té. El bar lo regenteaba un viejo muy loco (y con síndrome de Diógenes) que a la hora de cobrarnos se puso cuerdo de repente porque nos saqueó como a turistas (que lo éramos!)
Esa noche, buscando secretamente repetir la suerte de la noche anterior, no nos conformábamos con nada, y al final nos costó un montón encontrar alojamiento. Con la desesperación ya en ciernes, encontramos un pequeño apart-hotel muy confortable pero claro, ya casi llegando a Pau, y bien entradita la noche.
Lo mejor: Las vueltas en los jueguitos :P
Lo peor: La atención en bares y restaurantes, parecía que nos odiaban... :D (y los estreses derivados de los desacuerdos en el alojamiento :P)
Lo surrealista: Probamos caramelos de flores!!
Día 3 - Biarritz/ San Sebastián
Tempranito a la ruta, que debíamos compensar kilómetros. La idea era hacer una breve parada en Biarritz, almorzar allí, y seguir para San Sebastián. Los caminos franceses son muy característicos, es decir, muy franceses. Una y otra vez íbamos dejando atrás pueblitos y pueblitos llenos de ventanas de colores que intercalabamos con vastas llanuras del verde esperanza más esperanzador. Sin darnos cuenta, ya estábamos en Biarritz. Se podría decir (con pinzas) que es una mezcla entre Mónaco y Carlos Paz, cada uno que saque sus conclusiones, jaja! Su casino en la playa, sus subidas y bajadas, su mar atlántico lamiéndole las botas... El único problema que tenía es que no había ni un mísero sitio para comer en el que no tengas que dejarte la billetera (y lavar los platos!) Claro, es que éstos no saben nada qué es viajar con bajo presupuesto. Lo divertido fue que dando vueltas y vueltas de repente lo encontramos a Nico. Fue tan casual que nos hizo mucha gracia. Y bueno, después de la charla teníamos más hambre que antes así que apuramos el trámite y salimos de ahí, ya encontraríamos un McDonalds en la ruta (nunca había visto tanta densidad de McDonalds como en Francia!)
Cruzamos de nuevo la frontera casi sin querer, puesto que no había ningún tipo de indicación divisoria. Ahhhhh! Los placeres de la Unión Europea....
Llegamos a San Sebastián sobre las 6 de la tarde. Hicimos un reconocimiento en coche (punto de información turística, movilidad, etc) y fuimos a reservar el hostel que nos albergaría esa fría noche. Una vez asegurado el alojamiento y aparcado el coche nos lanzamos al turismo furioso. Esto incluyó el puente merengoso (parecía un dulce gigante!) Maria Kristina Zubia (zubia es puente parece...) el centro nuevo, la catedral del Buen Pastor y la marina, al pie del Monte Urgull (nombres muy tolkinianos todos). Y luego fue cuando perdimos completamente la cordura y nos dejamos llevar por el canto hipnótico de los pintxos vascos. Yo aún conservaba algo de claridad, tal vez Aline también. Pero Mário y Elis estaban completamente perdidos. Ya nunca más fueron los mismos.... ya no... después de haber probado los pintxos vascos...
Lo mejor: Sí, obvio, los pintxos! Y el espíritu de la ciudad.
Lo peor: El lluviazonononon que nos agarró a la vuelta.
Lo surrealista: Los pintxos!!
Día 4 - San Sebastián/Vitoria
Mário y Elis lo único que querían eran pintxos. Les explicamos pacientemente que ya comeríamos más una vez que hayamos visto un poco la ciudad. Subimos hasta el mirador del Monte Igueldo desde donde se tenía una maravillosa vista de la Bahía de la Concha (sí, ríanse, yo ya me reí suficiente...) y de toda San Sebastián. Luego bajamos y dimos toda la vuelta hasta rodear el Monte Urgull, del otro lado de la bahía. Una vez agotados los miradores, nos dedicamos a deambular por las callejuelas de la parte vieja. La Iglesia de San Vicente, con motivo de la pascua, tenía unos increíbles dioramas de las etapas del Via Crucis, muy logrados. Un par de vueltas más y no pudimos evitar que nuestros gourmets se metieran en un bar y se pidieran unos pintxos. Nos sentamos en una terracita en la Plaza de la Constitución, que según parece antes era un "coso" de toros (no me pregunten! Así dice!). De ahí la extraña numeración que había sobre las ventanas de los balcones.
Partimos rumbo a Vitoria con un dejo de futura saudade en la boca. Íbamos a echar de menos San Sebastián.
Vitoria fue extraña. Estaba completamente vacía y húmeda. Pero entiendanme cuando les digo: COMPLETAMENTE VACÍA! Y si no, miren las fotos. No había nadie en las calles. A mi personalmente me pareció una ciudad muy bonita. Pero le faltaba alma, vida. Estuvimos un par de horas ahí recorriendo el casco antiguo (la plaza principal es realmente preciosa) y demás callejuelas y decidimos reemprender el viaje hacia nuestro siguiente posible destino: Pamplona.
Ah! Lo más chulo de Vitoria: La escultura "Espiritu de la ciudad" que representa un tipo con boina vasca, un pañuelo vasco al cuello, y un paragüas!!! Es que llueve mucho por ahí.
Lo mejor: Comimos más pintxos!!
Lo peor: La vacuidad de Vitoria
Lo surrealista: Lo que pasamos para conseguir dormir en una cabañita!
Día 5 - Pamplona
Comenzamos por la Plaza de Toros, más por casualidad que por planeamiento. La plaza de Toros de Pamplona debe ser la más famosa del mundo. Aquí terminan los encierros de San Fermín, así que no podíamos evitar las promesas de venir a dicha fiesta. Luego circundamos las murallas y salimos al otro lado del casco antiguo. Vimos el mercado, el Ayuntamiento, muy bonito, donde los toros hacen una curva muy popular, la Plaza del Castillo, el monumento a los encierros y a un montón de peregrinos haciendo el camino a Santiago. Pamplona es hermosa, es dinámica, es divertida, es famosa. Y a pesar de estar en Navarra, también hay pintxos!! Según los navarrenses, sus pintxos son mejores que los de los vascos...
Nos han quedado muchas cosas por ver en Pamplona, la excusa perfecta para venir de San Fermín!!
Lo mejor: Los Pamplonenses...
Lo peor: Tener que volver...
Lo surrealista: Jugar en el monumento a los encierros!!
Ese día nos tocó pegar el camino de vuelta a casa... ufa... con lo que cuesta despedirse de un viaje... Pero nos quedó ese gustito cómplice en la boca, de tener nuevos recuerdos, de saber un poco más, de haber visto cosas nuevas... vamos, de haber viajado!