Hay mucha gente por ahí que predica sin ejemplo el Carpe Diem. Se suponen más sabios por saber algo que a los demás se les escapa. Que hay que disfrutar los pequeños detalles de la vida, que hay que saber ver la belleza de las cosas, que hay que blah, blah, blah. En un mundo cada día más seco, cada día más soso, cada día más productivo, más estresado, más exigente, más industrial, más rápido, parar para parar no siempre es posible, no siempre es frecuente.
Y entonces se conforman con postear en algún blog que hay que disfrutar de los pequeños detalles de la vida, que hay que saber ver la belleza de las cosas, que hay que blah, blah, blah y ya, ya está, ya hemos predicado el Carpe Diem. Hablan de bailar sin música, de cantar sin motivo, de ignorar lo que piensen "los demás". Pues yo nunca he visto a nadie bailar sin música... ni cantar en el metro... y si vamos al caso, muy pocas veces he visto a la gente reirse sola... Por qué?? Pues, estará mal visto, parecerán locos, no será normal...
Y entonces un día me dije... será que es así? Será que estoy loca? Será que no soy normal??
Porque era la única forma de vivir que conocía, soñando con dragones y castillos, bailando con la música que había en mi cabeza, cerrando los ojos mientras camino por la calle, haciendo videoclips por donde vaya, llorando al ver el sol, o los cuadros que pinta para mi, riendo insanamente al ver la luna o un niño descubriendo el mundo, o una hoja volando, o un rayo de luz, o una nube esponjosa... o un ciruelo en flor...
Llámenme infantil, friky, soñadora, ingenua, pero como digo siempre, yo he nacido en el mundo equivocado.
En un mundo donde lo que manda es el dinero, la productividad, la efectividad, los mercados internacionales, las oficinas y las computadoras, no hay lugar para mi...
Un mundo en donde el que busca trabajo sólo encuentra prisiones... no es para mi.
Un mundo que nunca tiene tiempo para jugar, para conversar, para soñar... yo no lo quiero...
En éstos últimos tiempos he perdido mi identidad y mi rumbo. Quienes me conocen bien y mucho saben que yo no soy como soy hoy. Que yo no soy ni depresiva, ni antisocial, ni malhumorada, y que realmente hace falta muy poco para hacerme feliz. Lo que soy hoy es una consecuencia de mi pobre y patético intento de integrarme en este mundo, de intentar "ser normal" para no estar sola (porque mi mundo puede ser muy bonito pero es un poco solitario). Un intento vago de ser productiva y efectiva, de encajar en el engranaje y de ir a la par, y ésto ha dejado consecuencias nefastas en mi espíritu, apaleado por la horrible sensación de "no pertenecer". No tengo un céntimo en el bolsillo, lo admito, y puede parecer una estupidez o una sinrazón pretender prescindir del mundo porque no se puede y no es lo que busco, porque seré ingenua y soñadora pero no boluda, pero ya no quiero intentar ser normal, ya no voy a intentar acoplarme. Prefiero cuidar de mi mundo y poder agarrarme de él cuando las fuerzas flaqueen.
Hoy he salido a caminar, dicen que tengo que subir de peso y que debo hacer ejercicio físico y el único permitido es caminar, así que he salido a caminar.
Deambulando por una ciudad que a pesar de ser ciudad se ha ganado mi cariño, me he topado con un pequeño parque de ciruelos en flor. El sol, nuevamente, pintaba obras de arte para mi. No importa el significante, si no el significado, y cada uno coge el que quiere. A mí los ciruelos se me antojaron como un mensaje de mi mentor (aunque él no lo sabe) que me decía que todo estará bien, que la magia existe, si no dejo de creer. Y entonces llegué hasta ellos, desplegué mis alas y revoloteé entre sus flores...
Luego volví a casa y me puse a hacer magia... o a dibujar, que, como dice Ciruelo, es la misma cosa...
Mi mundo será solitario, será loco o incomprensible, pero es mío, y me hace feliz. Y no volveré a descuidarlo.
